Erich Heckel
El día cristalino
Oil on canvas
El día cristalino
Oil on canvas
Nada. Y de eso trata el cine de los Coen. En un primer intento de hurgar en su archivo visual, de esa nada se podrían extraer varias imágenes ejemplares: la hoja en blanco de Barton Fink o las nieves eternas que borran el paisaje de Fargo. Son válidas hasta cierto punto, porque además de decepcionar por su obviedad, son sólo excepciones de un cine más bien recargado de situaciones, personajes, estéticas. Porque los Coen ya arrastran con una serie de películas que ofrecen bastante, y multiplican demasiado, para sostener tan fácilmente que su recurrencia es la nada: hay comedia lunática, film noir recargado, dramas absurdistas [sic], películas de época, adaptaciones literarias, etc. Pero igual, antes de seguir, conviene diferenciar la nada del vacío, como dos cosas bien distintas. El de los Coen es un cine más bien empachado, al límite de su capacidad, colmado, muy lejano a cualquier vacío; nunca una película de la dupla se exhibe raquítica, despojada.
Hay una nueva frialdad en los Coen. Ya en 'Sin Lugar para los Débiles' se palpitaba que, pese a lo vernáculo y humano de la historia, a los Coen no les interesaba específicamente lo narrado: ni el psicópata, ni Moss, ni el Sheriff. El personaje se va y no importa a dónde. Parten de ahí buscando mostrar un lugar donde no hay alternativas: quizá en el pasado o en los sueño, pero no allí. Lo narrado es el lugar, ese espacio sin oportunidades, seco [o nulo]. Por esto, estaban interesados en la forma fílmica y en los recursos cinematográficos y de puesta en escena que les permitieran acceder a ese terreno de la humanidad, quizá a una era. Ese era su propio desafío. Un poco frío, pero genial. Y por eso esa sensación de derrota después de ver 'Sin Lugar Para los Débiles'.
Pero una vez admitido que la propuesta temática es menor [o nula], no parece en cambio una exageración señalar que ha sido notablemente pensada y realizada. Los Coen han urdido una trama muy ingeniosa (...) A Hitchcock le habría gustado. Lo asombroso es que todo ello aparezca narrado con tan escasos diálogos, con tanta fuerza y concisión, con tanta habilidad de fotografía y montaje.
Hubiera sido genial que las alucinaciones fueran reales, que esa fuera la trama. Bailarina loca envidia y desea a su compañera de compañía. A medida que le salen plumas y se arranca la piel con las uñas, se las agarra con su madre sobreprotectora y se hace la mosquita muerta con su profesor-director-no sé qué. Maltrata a la madre. Se garcha a la compañera y en el intervalo del estreno, rompe un espejo y mata a la morocha tatuada. Termina la función y la película con Natalie transformándose en un cisne para deleite del público. Eso está bueno. ¿No?
Primero fue la psicóloga y escritora argentina Alicia Castilla, de casi 70 años, líder de opinión del movimiento internacional por la liberación del faso. Más de un lector y más de una lectora de la diaria se sorprenderán por saber que la autora de dos best-sellers de la comunidad fumeta como Cultura cannabis y Cultivo cannabis vive en Salinas. Mejor dicho, vivía ahí hasta que la Justicia dictaminó su mudanza forzosa a la capital departamental canaria por tener 15 plantines. Si no la conocías, googleá el nombre. Vale la pena.
Después fue Mauricio B, de 39 años, artesano y padre de dos hijos chicos. Cuando la Policía llegó a su casa en Pinamar el martes a las 9.00 ya había empezado a armar las pantallas de lámpara que vende a distintos comercios. Ni siquiera intentó ocultar sus plantas: señaló dónde estaban y explicó que las plantaba para fumarlas. La jueza de Atlántida lo procesó el miércoles y lo mandó a la cárcel de Canelones sin verlo siquiera, según informaron a la diaria allegados suyos. Tampoco tuvo asistencia legal.