domingo, 20 de febrero de 2011

Glass, de Bert Haanstra (1958)

Hay algo que me fascina al comienzo de este corto pero que, de manera impensable, termina pareciéndose a una publicidad.

Al principio muestra lo maravilloso y mágico de un proceso artesanal de hacer vidrio (la jarra y su asa es una locura!); y después muestra la máquina (con un acompañamiento musical medio explícito, pero todo muy lustroso y coherente) como algo completamente deshumanizado y robótico (la música me hizo acordar al Revolution Number 9 del White Album). El jazz y el ritmo de la improvisación construyen una danza de las manos del artesano y hasta juega con la comedia con la gran jarra... Que está bien, porque esos hombres se pueden ver como héroes, como Charlie Parker o Miles Davis.


Pero al final, esos hombres terminan ¡tocando música' con esas máquinas, de manera canchera y despreocupada, hasta graciosa (lo del cigarro me parece atroz!). Una alianza ideológica muy prepotente y berreta. Todo lo maravilloso que fue esa danza de manos le chupa un huevo, las hace desaparecer y aparecer a piachere para que el mismo jazz del comienzo (que había sido claramente asociado a las manos artesanales, no a la máquina) se unan para hacer un desparpajo de fuegos artificiales y glorificación capitalista (el plano de todas las botellas, como satisfecho diciendo: 'miren todas las botellas que produjimos')...

Y aparte esos tipos, los artesanos del vidrio, NO EXISTEN MÁS! Esas máquinas que terminan canchereando un jazz con los 'trompetistas' del vidrio, los mataron e hicieron desaparecer. Todos ellos se murieron y no hay nadie que se acuerde de ellos y este documental los usa para... ARGH!

Y lo nominaron al Oscar a Mejor Corto 1958.

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