miércoles, 12 de octubre de 2011

Un cazzo di post

Capaz que enamorarme sin mucho éxito por primera vez me dejó un trauma perpetuo. Me pregunto de vez en cuando qué hubiese pasado si aquel amor no hubiese tenido que ser oculto por imposición (¿qué, acaso no era lo suficientemente bueno, bello, o popular para que los chusmas se enteraran que yo estaba con ella?), o sea, si la cosa se hubiese parecido más a las películas... Lo cierto es que con todo lo retorcido que fue, en aquel momento (al menos hoy lo recuerdo así) fui feliz por muchos meses consecutivos.

El trauma puede venir de ahí. De pensar que a lo que se aspira es a esa felicidad sostenida, que inclusive sospecho que no fue como la recuerdo. Vamos: obligado a mirarla en los recreos, haciendo lo que sea, coqueteando con otro, etc., no podía ser una situación demasiado feliz. Pero en mi memoria traicionera yo creo que cada instante de todo aquello fue el éxtasis. Después de 6 meses llegó el momento en que la cosa cambió. Ese momento en el que uno hace algo contra su voluntad (terminar la relación) porque hay que hacer algo para cambiar el estado de las cosas.

Pero me estoy yendo de tema. Pido disculpas esta vez, como en el último post escrito, pero ahora más porque las copas de vino que no me abstengo de seguir tomando están haciendo efecto.

A lo que quiero llegar es que durante muchos años (Muuuuuuchos años) el recuerdo (quizá falso) de aquel éxtasis me hizo pensar que el enamorarse y el ser feliz tenían ese tinte. Desde aquel momento no puedo decir que haya pasado "varios meses consecutivos" feliz. (Cuando digo feliz me refiero a no sentir que toda experiencia tiene una contrapartida recóndita y secreta donde todo importa un cazzo* y la vida es una mierda). Enttonces uno empieza a alucinar remedios, tan secretos como lo que se quiere curar, y divaga con posibles aventuras que curarían la cuestión para siempre y nos devolverían a aquel estado puro.

A eso este post. Porque ciertos eventos recientes me dieron a entender que la vida es más sencilla y a su vez mucho más difícil de lo que creía. Más sencilla porque, sea donde sea, la vida está hecha de lo mismo, las sustancias que la hacen son las mismas y ningún lugar ni nadie lo va a cambiar. Y más difícil porque no existe aquel estado inmaculado constante, al menos no para mí (ya sea porque no estoy dispuesto a dejar pasar las desgracias y malestares y hacer de cuenta que no existieron, o sea porque no es así y ta). Vivir -o sea: seguir adelante- es algo que sólo puedo hacer con un esfuerzo que asume, acepta, que despertarse casi todos los días con el recuerdo de un sueño traicionero, que nos dice que la posta estaba en otra parte, es lo normal. Que lo normal no es aquella felicidad constante por algunos meses (ahora lo noto: siempre fueron unos meses, no más) sino que lo normal es el dolor, la sensación de haber fallado, de no ser good enough. Y capaz que, también, el Arte no surge de lo que se crea o imagina en aquellos momentos de éxtasis y alegría sino, muy por el contrario, de lo que sale como una lucha contra todas esas trabas -el dolor, el haber fallado, el no ser lo suficientemente bueno- que todo el tiempo están ahí para decirnos que lo que hacemos no vale un cazzo.

Cazzo es una expresión italiana que significa "pija", pero que los tanos la usan todo el tiempo. - Ma, che cazzo dice? - Che cazzo fai? (esto me lo dijo un tano cuando me vio mear en la puerta de su edificio) - Che cazzo di merda! É un cazzo di film! Etcétera. Yo la voy a usar de ahora en más siempre, porque de algo tengo que aferrarme para no olvidar, no?

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